18 de noviembre de 2017

Genero Mental - Filosofia Hermetica Parte III


La tendencia del principio femenino es siempre la de recibir impresiones, mientras que la tendencia del masculino es a darlas o a expresarlas.
El principio femenino tiene un campo de acción mucho más variado que el masculino.
El principio femenino conduce el trabajo de generar nuevos pensamientos, conceptos, ideas, incluso la obra de la imaginación.
El masculino se contenta con el acto de «querer» en sus varias fases. Sin embargo, sin la ayuda activa de la voluntad del principio masculino, el femenino puede contentarse con generar imágenes mentales que son el resultado de impresiones recibidas del exterior, en vez de producir creaciones mentales originales.
Las personas que pueden prestar continuada atención a un sujeto emplean activamente ambos principios mentales: el femenino, en el trabajo activo de la generación mental, y el masculino en estimular y dar energía a la porción creadora de la mente.
La mayoría apenas hace uso del principio masculino, y se contenta con vivir de acuerdo con los pensamientos e ideas que se filtran en su «mí» y provienen del «yo» de otras mentalidades.
Pero no es nuestro propósito detenernos en esta faz del asunto, cosa que puede estudiarse en cualquier tratado bueno de sicología, con la clave ya indicada sobre el género mental.
El estudiante de los fenómenos psíquicos conoce la realidad de los maravillosos fenómenos clasificados como telepatía, influencia mental, sugestión, hipnotismo, etc.
Muchos han buscado explicación a estas diversas fases de los fenómenos, siguiendo las teorías de dualidad mental promulgadas por los diferentes instructores.
Y, hasta cierto punto, están en lo cierto, porque, realmente existe una manifestación clara y definida de dos fases distintas de actividad mental.
Pero si esos estudiantes consideran esa dualidad a la luz de las enseñanzas herméticas concernientes a la vibración y al género mental, verían que la clave tan buscada la tienen al alcance de la mano.
En los fenómenos telepáticos se ve que la energía vibratoria del principio masculino se proyecta hacia el principio femenino de otra persona, y que esta última absorbe ese pensamiento y le permite desarrollarlo y madurarlo.
En la misma forma obra la sugestión y el hipnotismo.
El principio masculino de una persona da la sugestión dirigiendo una corriente de energía o poder vibratorio hacia el principio femenino de otra, y ésta, al aceptarla, la hace suya y piensa en consecuencia.
Una idea así alojada en la mente de otra persona crece y se desenvuelve, y a su tiempo es considerada como una verdadera creación mental del individuo, mientras que en realidad no es más que el huevo de un
cuco puesto en el nido del gorrión, pues aquel pájaro pone sus huevos en un nido ajeno.
El proceso normal es que el principio masculino y el femenino de una persona obren coordinada y armoniosamente conjuntamente.
Pero, desgraciadamente, el principio masculino del hombre corriente es demasiado inerte y perezoso para obrar y el y el despliegue de poder volitivo es muy ligero, y, en consecuencia, la mayoría está dirigida
por las mentes y voluntades de los demás a quienes se permite querer y pensar por uno mismo. ¿Cuántos pensamientos u obras originales hace el hombre corriente? ¿No es la mayoría de los hombres simple sombra o eco de los que tienen una mente o voluntad más fuerte que la suya? La perturbación proviene de que el hombre corriente descansa casi completamente en su conciencia del «mí» y no comprende que, realmente tiene un «yo».
Está polarizado en su principio femenino mental, y su principio masculino, en el que reside la voluntad, está inactivo e inerte.
El hombre fuerte del mundo manifiesta invariablemente el principio masculino de voluntad, y su fuerza depende materialmente de este hecho.
Y en vez de vivir en las impresiones que le producen otras mentalidades, domina su propia mente, mediante su voluntad, obteniendo así la clase de imágenes mentales que quiere y domina y dominando así también las mentes ajenas de la misma manera.
Contémplese un hombre fuerte y véase como se las arregla para implantar sus gérmenes mentales en la mente de las masas, obligándolas así a pensar de acuerdo con sus deseos.
Este es el porqué las masas son como rebaños de carneros, que nunca originan una idea propia ni emplean sus propios poderes y actividades mentales.
La manifestación del género mental puede notarse en todas partes diariamente. Las personas magnéticas son las que pueden emplear su principio masculino para imprimir sus ideas sobre los demás.
El actor que hace reír o llorar a la concurrencia está haciendo uso de este principio. Igualmente sucede con el orador, político, predicador o cualquier o cualquier otro que atraiga la atención pública. La influencia peculiar que ejerce un hombre sobre otro es debido a la manifestación del género mental según las líneas
vibratorias ya indicadas.
En este principio está el secreto del magnetismo personal, de la fascinación, etc., así como también de los fenómenos agrupados bajo el nombre de hipnotismo.
El estudiante que se ha familiarizado con los fenómenos generalmente denominados psíquicos habrá
descubierto la importante parte que desempeña en los citados fenómenos esa fuerza que la ciencia llama «sugestión», por cuyo término se indica el proceso o método por el cual se transfiere una idea o se imprime sobre la mente de otro, obligando así a la segunda mentalidad a obrar concordantemente.
Una verdadera comprensión de la sugestión es necesaria para comprender inteligentemente los varios
fenómenos psíquicos a que la sugestión da origen.
Pero aún es más necesario el conocimiento de la vibración y del género mental, porque todo el principio sugestivo depende de estos.
Los escritores sobre la materia de sugestión dicen que la mente objetiva o voluntaria es la que hace la impresión mental, o sugestión, sobre la mente subjetiva o involuntaria.
Pero no describen el proceso ni indican alguna analogía mediante la cual sea más fácil comprender la idea.
Si se contempla el asunto a la luz de las enseñanzas herméticas, se verá que la energetización del principio femenino por la energía vibratoria del masculino está de acuerdo con las leyes universales de la naturaleza, y el mundo natural ofrece innumerables analogías que facilitan la comprensión del principio.
En realidad, la doctrina hermética afirma que la misma creación del universo obedece a dicha ley y que
en todas las manifestaciones creadoras sobre los planos espiritual, mental, y físico, siempre está en operación el principio de género: la expresión de los principios masculino y femenino.
«Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba». Y aun más que esto: cuando se comprende este principio se es capaz de clasificar inteligentemente de inmediato los variados fenómenos psicológicos, en vez de quedarse confuso ante ellos.
El principio realmente trabaja en la práctica, porque está basado sobre las leyes universales e inmutables de la vida.
No entraremos ahora en una dilucidación detallada de los diversos fenómenos concernientes a la influencia mental o a la actividad psíquica. Hay muchos libros, en su mayor parte muy buenos, que se han escrito últimamente sobre el asunto.
Los hechos principales señalados en esas obras son exactos, aunque los diversos autores tratan de
explicarlos por las diferentes teorías de su propia cosecha. El estudiante puede familiarizarse con estas materias, y utilizando la doctrina del género mental podrá coordinar convenientemente la masa caótica de teorías y enseñanzas en conflicto, y podrá, además, adueñarse completamente del asunto si a ello se sintiera inclinado.
El objeto de esta obra no es el de dar una explicación extensa de los fenómenos psíquicos, sino más bien el de indicar sencillamente la clave maestra que abre las muchas puertas que conducen al Templo del Saber, si se desea explorar su interior.
Creemos que al examinar las enseñanzas encerradas en El Kybalion es fácil encontrar la explicación de
muchas dificultades que confunden.
De nada sirve entrar en detalles referentes a las muchas características de los fenómenos psíquicos y mentales si al estudiante le son dados los medios para comprender el asunto que atrae su atención. Con la ayuda de El Kybalion se puede entrar en cualquier biblioteca, pues la antigua luz de Egipto iluminará
las páginas confusas y los problemas obscuros. Éste es el verdadero objeto de esta obra.
No venimos a exponer una filosofía nueva, sino a suministrar las bases fundamentales de la antigua enseñanza universal que esclarece todas las doctrinas, y que servirá para conciliar todas las teorías, por diferentes u opuestas que parezcan.


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