17 de julio de 2017

La Muerte de Esteba - Apostol de Jesus -


La insistencia de Esteban en el hecho de que Dios no reside en algún templo exclusivamente, hecho por las manos del hombre, fue un duro golpe para lo que su pueblo consideraba sagrado. 

Esteban insistió en que cuando los judíos habían sacrificado a Jesús lo que ellos habían hecho era coronar una política que habían seguido a través de toda su historia nacional; porque a través de todos los tiempos habían perseguido a los profetas y habían abandonado a los líderes que Dios había llamado. Estas eran verdades duras para hombres que creían ser los escogidos…” 

Debemos destacar que lo que pretende Esteban es hacer notar a los dirigentes judíos que era necesario responder al llamado de Dios y salir del contexto meramente judío para ganar el mundo con el evangelio. Esta visión no era compartida por ellos porque ellos no habían aceptado a Jesús y seguían aferrados a sus tradiciones ritualistas y soberbias. 

Hechos 7: 54-60 

Las palabras de Esteban no podían tener otro final frente a hombres enceguecidos por su fanatismo religioso y sus vanas pretensiones elitistas. 

Debemos destacar que el Sanedrín no podía condenar a muerte a nadie; este era un resorte del gobierno romano. Lo que mató a Esteban fue una explosión de ira ciega e incontrolada. La pena por blasfemar contra Dios era morir apedreado; los judíos creyeron que Esteban lo merecía (ver Deuteronomio 13: 6 y ss.). 

Pero Esteban aún en su muerte testifica de una manera notable e irrebatible: 

1- En primer lugar le es dada a Esteban una visión del Reino Celestial que él anuncia públicamente (v. 56); ésto enardeció y desbordó a los judíos hasta el paroxismo (v. 57). 

2- El ensañamiento fue irrefrenable; sin embargo Esteban no se defendió. Ya los dirigentes habían visto resplandecer su rostro como el de un ángel (Hechos 6: 15) y ahora todo el pueblo ve su valor, entregando su vida por Cristo. 

3- Esteban al llegar el momento de morir imita a Cristo y, en actitud de oración, “puesto de rodillas” a gran voz, clama al Señor rogándole que perdone la maldad de sus asesinos de la misma manera en que Jesús lo había hecho desde la Cruz. 
«Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios.» 

Todo muestra a un hombre cuyo testimonio no pudo ser contrarrestado a pesar de las amenazas, las discusiones, la furia de los ciegos judíos.


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