17 de octubre de 2014

La Importancia del Arbol en la Cultura Celta


Los Celtas veían en el árbol no sólo la esencia de la vida sino el recurso para predecir el futuro. Curiosamente, este medio tan primitivo era considerado por los druidas el más eficaz a la hora de establecer un pronóstico sobre el destino que espera a cualquier ser humano. 
Al observar todo el conjunto del árbol, desde sus raíces que se hundían en la tierra hasta su copa más o menos frondosa, lo que aconsejaban era mantener la vista elevada, permanecer bien apoyado en el suelo y tener en cuenta que la Naturaleza es tan previsora que a un tiempo de caída de las hojas le sigue otro de nieves, las cuales propiciarán la aparición de los mejores brotes. 
Se habría llegado entonces a la época de fertilidad y del renacimiento de la vida más pletórica.

Desde el principio de los tiempos el árbol había mantenido una relación vital con el ser humano Celta, al proporcionarle el primer hogar, leña, sombra y alojamiento para las aves que podían convertirse en caza para alimentar a la tribu. 
Sin embargo, los druidas consideraban que la relación podía hacerse más íntima, si se tenía en cuenta que cada hombre o mujer lleva en su interior un árbol, por medio del cual alimentaba el deseo de crecer de la mejor manera. 
En realidad el árbol suponía el protector de todo lo material y espiritual de los seres humanos Celtas.
El árbol articulaba toda la idea del cosmos al vivir en una continua regeneración. 

Además en él contemplaban los druidas el simbolismo de la verticalidad, de la vida en completa evolución, en una ascensión permanente hacia el cielo. 
Por otra parte, el árbol permitía establecer una comunicación con los tres niveles del cosmos: el subterráneo, por sus raíces que no dejaban de hurgar en las profundidades que recorrían en la continua necesidad de encontrar agua; la superficie de la tierra, por medio de su tronco y sus ramas; y las alturas, a través de la copa y las ramas superiores, siempre necesitadas de la luz solar.

En el árbol se hallaban reunidos la totalidad de los elementos: el agua que fluía en su interior, la tierra que se integraba en su cuerpo por las raíces, el aire que alimentaba las hojas y el fuego que surgía de su fricción. 
Los Celtas conseguían el fuego frotando hábilmente unas ramas, entre las cuales habían
introducido hierba seca o paja.


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